jueves, diciembre 04, 2008

Ya para darle carpetazo a este asunto del amor, aquí va un poema -de hecho, un soneto- que trata del final del mismo. Puntos Suspensivos, de Joaquín Sabina; casi siempre lo usa como introducción de su canción 19 días y 500 noches. Leído por él, con su voz de aguardiente, es aún mejor:
 
Lo peor del amor, cuando termina,
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.
 
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
 
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos.
 
Lo atroz de la pasión es cuando pasa;
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos.

"Cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos". Yo creo que siempre quedan esos puntos suspensivos: la proximidad creada entre dos cuerpos, la costumbre de la cercanía, la familiaridad de los ojos, las barreras físicas que traspasaste... sí, creo que aún después del punto final-final quedan los suspensivos, escondidos, implícitos...

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