Cuando lo único constante es el cambio, cuando te has llevado chascos demasiadas veces,aunque estés dispuesto a creer, a simplemente soltar las riendas y dejar que tu paracaídas sea arrastrado por el viento, no puedes evitar preguntarte:
¿Por qué debería creer esta vez que las cosas serán distintas?
¿Cómo es que vuelvo a esta situación aunque sé qué va a pasar primero, qué va a pasar después y en qué va a terminar?
¿Qué razones me doy? ¿Qué razones me das? ¿Qué ha cambiado, qué sí puede cambiar y qué no?
La gente no cambia, ya me ha tocado constatarlo incluso con gente que pasó por una experiencia cercana a la muerte: unas cuantas semanas, un par de meses después, volvieron a ser los mismos, aunque al principio yo me decía "pues sí, parece que este si cambió en definitiva". Y como todo padre sabe, la amenaza no cumplida crea un niño malcriado. De modo que un poco por displicencia, un poco por costumbre, estas personas que vieron a los ojos a la muerte eran los mismos pero ahora cómplices de su mala actitud, de su vulnerabilidad no vulnerada.
Entonces, si me aceptas que la gente no cambia, lo que hay que preguntarse es: ¿qué puedo cambiar de la situación? ¿qué pequeños o grandes detalles que sí se pudieran cambiar harían una diferencia? Si no tienes de otra, más vale que encuentres estas razones. Pero si es tu elección, si todavía queda alguna alternativa en tu poder, ¿qué es lo que quieres hacer? ¿quieres pensar "la vida es muy corta para vivir preocupado" o "prefiero pájaro en mano que ciento volando"?
O quizás la pregunta que tú y todos debemos hacernos es, ¿de verdad crees que entiendes lo que hace falta cambiar?
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